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Oda a un Camino (episodio 35), por mí, el narrador
O camiño dos faros o el camino de los faros, como cuando don quijote se enfrentó a los molimos de viento. ¿ficción o realidad?
He de decir que esta ruta de los Trasnos es como entrar en un hueco en el tiempo, atravesar una puerta que enlaza con lo más salvaje y natural de la costa da morte. No hay nada en el camino que sea vulgar, nunca sabes lo que te vas a encontrar, y a medida que avanzas una especie de enajenación mental transitoria te convierte en parte del mismo, se te olvida de dónde procedes y cómo llegaste, sólo tienes ansias de permanecer en ese momento, y que ese instante no se acabe jamás. A veces hasta es posible que veas algún barco, y no distingas entre la realidad y la ficción, como si de Don Quijote se tratara.
La ruta de los faros, una ruta aún por descubrir, una ruta donde participan cuatros elementos: El mar siempre a la vista, la playa como aliada, el acantilado que hace de mirador, y el camino que nunca debes perder; y tú eres el invitado, y como tal, tienes que respetar las reglas del juego, es decir, respetar el entorno natural.
En momentos tuve sensación de estar en Jumanji, el hecho de ir en solitario hace que la cabeza tenga más tiempo para dar rienda a la imaginación; pasaba de la humedad, al viento, del viento al calor, del calor al frío y de ahí al bochorno, y del bochorno a la lluvia pasando antes por el chirimiri; igual me encontraba con una camisa corta pasando calor, como con el pantalón largo y las dos capas de ropa, igual subía como bajaba, te perdías y te encontrabas, pasabas de un amarillo a un verde, de un paseo marítimo a una especie de selva, y de ahí a una playa de dos kilómetros; vas con botas, pero también te descalzas, pasas rías, y chocas con el mar, trepas para arriba hasta caminos impensables, y en esta puerta al pasado, en esta puerta a la esencia de la costa da norte el jugador eres tú, porque realmente esta ruta es para atrevidos, para soñadores, para amantes de la naturaleza, para exploradores y románticos, para caminantes que por unos días se disfrazan de marineros, en unos tramos varados y en otros radiantes de felicidad por lo que sus ojos pueden llegar a contemplar.
Hay momentos que te sientes tan integrado que deseas nunca llegar al fin de la tierra; hay días que estás tan cansado que quieres naufragar en la playa de los trece, pero descansar en el cementerio de los ingleses, pero hay días que esa cara descompuesta te se recompone sólo por contemplar maravillas como la playa del rostro.
En el transcurso de los días, yo y el mar llegamos a rozar la unidad, no había un día, que sentado en alguna esquina de aquel marco, no me despidiera del sol, agachado entre las faldas del atardecer siempre solapado con el fondo azul. El torrente de sensaciones es de tal dimensiones que ya dudo si quizás hablé con la mar, dudo si luché con algún faro convertido en feroz enemigo, y si luego el mar me arropaba y me mecía de sueños, si fue el propio camino que me avisó que era momento de regresar. Ya dudo de todo.
Y aquí sólo paras una vez realmente, en el momento que sale el letrero de “Game over”, cuando el juego ha terminado, cuando llegas a Fisterra y la puerta de acceso a la realidad vuelve a abrirse. Y en ese instante, un cúmulo de emociones te invaden, por una lado ya necesitas descansar, han sido 9 duros días, por otro lado no quieres volver a la realidad, fuiste tan feliz.
Ahora, desde la lejanía, pienso que todo fue un sueño, que fue una moneda que metí en la maquinita donde ponía “Insert coin” y me permitió entrar en la partida. 205 kms, faros que iluminan la noche para que la costa da morte cambie de apellidos al “o camiño dos faros”; playas y calas de ensueño, fondos de un azul nunca visto, atardeceres para soñar, sonidos del mar para escribir un libro tras otro. Camino altamente recomendable, que con precaución y un mínimo de forma física se puede realizar, de manera continuada o por partes. Algunas etapas realmente duras tanto por los desniveles como por el alma salvaje de su recorrido, pero etapas realmente inolvidables. El color verde de la esperanza es el que te dirige al fin de la tierra, gran trabajo de los Trasnos, señal que no debes perder para que el camiño te lleve a lo más abrupto, mágico y bello de la zona que llaman costa da norte.
Es difícil quedarse con una etapa en concreto, pero si alguno está interesado en hacer parte del camiño, yo recomendaría la de Laxe – Camariñas, por su belleza y porque la dureza no es la misma que las dos primeras etapas. La sexta etapa se atraganta un poco por el tema del asfalto pero todo se olvida cuando afronta la séptima etapa, un maravilloso rompepiernas, y con mochila grande aún peor; y la última, aparte de ser la última, tiene partes que se convierten en perennes miradores al mar infinito, a la costa da norte y al final del camiño.
Enhorabuena a los trasnos por su trabajo reconstruyendo esta mágica ruta, y por estar pendientes de uno que viaja solo; a los colaboradores que me fui encontrando, por eso, porque son colaboradores. A los de la ultra, me quedo sin palabras, sois unos fenómenos. A mi campamento base que siempre estuvo pendiente de cualquier problema. Y enhorabuena a todo aquel que haya realiza el camino dos faros, porque esto ya nadie te lo roba, se queda ahí, pequeño momento de una vida inmortalizado.
Al resto, no lo dudéis, buscar fechas, y empezar a andar, mejor dicho, echar la moneda y entrar en el fantástico mundo del O Camiño dos faros.
Me quito el sombrero,
Aquí mi libro “Subiendo España”, 52 historias despeinadas de trekking sobre un proyecto en montaña basado en hechos reales.