♣ Del Cantábrico al Atlántico ♣ Etapa 3 ♣ Hacia Viveiro: 30 kms ♣
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En episodios anteriores: De Foz a San Ciprian, De Ribadeo a Foz, Mochila de supervivencia y Motivos para viajar
Sinopsis: «De una historia subrayada, de cuando dejemos de leernos, trata también de la posibilidad de que nunca pase nada, de cómo encontrar la distancia adecuada y otras #microhistorias hacia Viveiro»
La distancia adecuada
En una noche lluviosa llegué a San Ciprián, en el mismo estado que Don Quijote cuando se enfrentó con molinos de viento, hecho una pena. Ahora, con la luz del sol, creo que tampoco voy a disponer de tiempo para ver este pueblo. Dedicar tiempo, vaya regalo hoy en día. Y en la ría del pueblo hay agua, pero no la suficiente para hacer navegar todos los sueños. Realmente qué difícil es dar con la distancia adecuada en la vida, me gusta ese término, «distancia adecuada». Y me quedo mirando esas pequeñas barcas. Podríamos decir que soy un buen espectador.
La posibilidad de que nunca pase nada…
Y de nuevo me topo con la vía del tren que me indica el camino recorrido, lo que me ya me pasó, lo que tú ya sabes. Y me enseña en el horizonte el camino a recorrer, lo que aún no me ha pasado. Y he ahí el misterio. La posibilidad de que no me pase nada es lo que más me precupa. Por este motivo, vuelvo a forzar un reencuentro con el Camino Natural de la Ruta del Cantábrico. Necesito guiarme hacia Viveiro, como si la Mar pudiera saber algo más de esos trenes con los que soñaba de pequeño. ¿Otra vez tú por aquí?. Otra vez por aquí. El diálogo no es mucho más fluido que la última vez
Una historia subrayada que comenzó con una ensalada de supermercado
Dicen que ninguna gran historia empieza con una ensalada, pero voy a ser optimista y voy a romper esa estadística. Esta historia hacia Viveiro comenzó con una ensalada. Me dio el punto de comprarla en un supermercado del camino, y el acento lo puso el lugar donde paré a alomorzar. Y hablando de historias. En un día suceden muchas historias que nadie conoce, que pasan desapercibidas, que reflejan lo que somos no lo que aparentamos; porque son historias que sólo cada uno sabe interpretar. Todo lo subrayado en verde fosforito o todo lo que se subraya con el lápiz cuenta la historia del que lo subraya. Porque cada uno se lee a sí mismo.
El día que dejemos de leernos
Y me paro en un banco bien puesto, con dos… Pero no parece que dispute el podium al banco más bello del mundo. Mi voto lo tendría. Y en ese banco me reuno conmigo mismo, momentos donde uno literalmente se raya: «Me pregunto qué pasará el dia que dejemos de leernos, el día que no sepamos buscar y contar historias, Por eso dedico esta #microhistoria a todos ellos, a todas ellas, a los que buscan, a los que buscamos, porque sé que un día acabaremos encontrando, encontrando incluso más historias para contar»
Hablando de distancias con un Faro
Allí parado, un faro. Feo, fuerte y formal como diría el loco. Que avisa a los barcos que la distancia cada vez es más corta. Y hablamos de distancias, «posiblemente lo más lejano que tenemos es aquello que un día se fue, porque tocaba escaparse o por un «sin querer» y un «sin darme cuenta»». A lo cual el Faro sabiamente me contradijo: «Por mucha distancia que haya entre tú y yo, tenemos una secreta convicción que nunca contamos, y es que la mayor distancia que existe es la que separa lo que ha ocurrido de lo que nos hubiera gustado que ocurriera». Nada que decir. ¡Óle por mi faro!. Cierro la #microhistoria. Os remito a otras historias de Faros por el Camiño do Faros.
¿te quedas a bailar la última canción?
Y en el camino me encuentro con un paraíso vacío de personas pero lleno de contenido. Escondido a las puertas de un Viveiro que consume su atardecer. «¡qué maravilla!. ¿Y de dónde sales tú?». Un lugar con fogata, una barra a la gallega, un fina y estrecha línea de contorsionistas que buscan el equilibrio entre la ficción y la realidad. Y yo en medio del último baile antes de llegar a mi destino.
Es cierto que algunas veces necesitamos que alguien se quede a bailar la última canción, aunque no sepa bailar, aunque no haya música, aunque estés solo. Y la cerveza hizo las veces de «ese alguien». La ocasión lo merecía. Pero llegaba tarde al encuentro. Tengo esa virtud de no encontrar nunca el punto medio, de no saber decir que no, de no salir a tomar una sola caña, de no emprender una aventura sin un tesoro, de correr con una salida y una meta.
En Viveiro nos vemos
«En Viveiro nos vemos». Y en Viveiro tenía que ser el encuentro, y hacia Viveiro me marcho. Y allí nos encontramos. Un encuentro casi casual con Eva y Rober. Porque la vida de eso, de conocer personas, de contar y escuchar historias, aprender y mejorar de todo ello, de no dar por perdido el día hasta que el árbitro pite el final del partido, de leerse a sí misno y leer a los demás.
La vida va de buen rollo, pero nosotros nos empeñamos en complicarlo. Y entre productos gallegos y buena compañía llega la noche, y la copa, y el puro. Pero en algún punto de la noche, y sin saber cuándo ni por qué, nos despedimos. «Estaremos en contacto». Pero tú sabes que esa coletilla es una manera de hablar. Se trata de una despedida seria. Punto de inicio de otras historias que aún están por venir, que aún están por contar.
En el próximo episodio, las aventuras nos llevarán a O Barqueiro, pero esta es una historia que deberá ser contada en otro momento
Aquí mi libro “Subiendo España”, 52 historias despeinadas de trekking sobre un proyecto en montaña basado en hechos reales.
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Del Cantábrico al Atlántico
#5 Hacia Viveiro
Escrito por Fernando Camacho
Colaborador: +8000
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